Luis María Serroels
Se ha dicho que el hombre es amo de su silencio y esclavo de sus palabras. Sentencia que aconseja analizar, evaluar y rodear de los mayores recaudos cualquier dicho, máxime en casos en los que una expresión se constituya en formal y severo compromiso.
Pretender que todos los políticos sean consecuentes con lo que dicen en sus expresiones orales, aun cuando se cubran reivindicando el valor de la palabra, es casi imposible en razón de la conocida amnesia que invade ciertos cerebros.
Aspirar a que se sostenga lo manifestado a través de la escritura ya cobra otro color, porque renegar de lo tipeado y hecho público pasa a transformarse en un verdadero cepo para un gobernante y en una más que eficaz herramienta para el gobernado a la hora de exigir honradez intelectual.
Por estos días en que se recalienta la caldera para lograr, por fin, el debido consenso que posibilite plasmar la reforma de la Constitución de Entre Ríos, es bueno revisar la historia reciente y pasar el plumero para sacarle el polvillo a situaciones muy útiles por cierto.
Desde que se reinstaló el orden democrático en el país, la reforma de la carta magna provincial apareció en escena. Sucesivamente, cada gobierno de turno lo fue planteando, pero el entusiasmo con el que se convocaba a semejante tarea tenía enfrente la sistemática negativa de la oposición también de turno. La alternancia exhibió como un lugar común esa armadura: muy convencidos reformistas en el gobierno, pasaban a ser intransigentes no reformistas en el rol de opositores.
Así fueron surgiendo diferentes proyectos reformadores, algunos de los cuales no sólo presentan similitudes en varios aspectos sino que también incluyen innovaciones que podrían desembocar en un texto final de gran riqueza y avanzada concepción, dignas de ese precursor contrato social alumbrado el 18 de agosto de 1933.
Muchas inquietudes han naufragado debido a especulaciones e intereses partidarios, donde ha sobresalido como error inicial, y grave por cierto, el creer que la Constitución y sus adecuaciones a los tiempos es cosa exclusiva de las corporaciones políticas.
En octubre de 1984, el entonces gobernador Sergio Alberto Montiel dio cuenta de su proyecto reformador remitido a la Legislatura, en un mensaje pronunciado durante el IV Congreso Provincial de Derecho realizado en Concordia. Este intento no prosperó porque no pudieron lograrse los votos mínimos en ambas cámaras para habilitar el llamado a elecciones constituyentes.
Después surgirían los proyectos de Jorge Pedro Busti (1989), Mario Armando Moine (1993), otra vez Busti (1997), nuevamente Montiel (2001), el vicegobernador radical Edelmiro Pauletti (2002), el senador provincial Marcelo Casaretto (2003) y por último, el actual proyecto del gobernador Busti, que en 1997 procuró insertar un plebiscito no vinculante para que la ciudadanía se expresara sobre el tema, aunque finalmente la Justicia Electoral lo desautorizó tras una presentación efectuada por un senador del radicalismo.
Hoy está planteada otra vez la consulta en términos que vienen abriendo un duro debate, porque los hombres del partido de Alem no le conceden legitimidad a un llamado para sufragar el mismo día en que se va a renovar la Cámara de Diputados de la Nación. A la par de considerarla inconstitucional esgrimen, entre otras objeciones, que el ciudadano deberá enfrentar situaciones irregulares y confusas a la hora de decidir. Ante ello, el oficialismo desgrana sus armas aduciendo que desplegará todas las acciones para evitar que esto ocurra, y así se lo hizo saber a la Cámara Electoral.
No ha sido muy exitosa la instauración del debate en la sociedad, toda vez que, si bien distintos medios han recogido y publicado el pensamiento sólido y enriquecedor de distintas figuras, asociadas espontáneamente a la necesidad de divulgar una cuestión de semejante trascendencia, en el grueso de la ciudadanía se reclama mayor atención para otros temas que hoy juzgan más prioritarios en medio de la crisis.
El intento actual de Busti, que no necesita de una consulta para saber que la mayoría de los entrerrianos han sido y siguen siendo reformistas, es obvio que apunta a exhibir guarismos que presionen fuertemente sobre los diputados remisos a darle los dos tercios. El gobernador sabe que aun habiendo un resultado aplastante hacia el sí, nada asegura cambios de actitud ni brinda elementos que tuerzan fácilmente la voluntad de los legisladores rebeldes. Por otro lado, ¿qué grado de confiabilidad ofrece quien cuando fue oposición se mostró anti-reformista?
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
