Juan Cruz Varela
Faltaba todavía más de una semana cuando el empleado de correos, papel en mano, tocó el timbre de casa. El membrete de la carta certificada anticipaba la noticia: “Junta Electoral Nacional - Entre Ríos”, y más abajo: “Designación - Presidente”. La carta no estaba ensobrada, lo que dejaba ver un papel verde, y al desenganchar el grueso envoltorio apareció también un libro con la leyenda “Guía de Instrucciones para Autoridades de Mesa”, al centro en letras grandes, lo que completaba el panorama y confirmaba la infausta noticia, por si todavía hubiera alguna esperanza de que se tratara de otra cosa.
No había nada de civismo en la bronca que inundó los primeros momentos. Sólo bronca irracional y el lugar común de “habiendo tanta gente, por qué a mí”.
Era entonces el martes 11 de octubre, aunque la carta firmada por el secretario de la Junta Electoral Nacional en la provincia, Gustavo Zonis, estaba fechada ocho días antes, cumpliendo estrictamente con el plazo establecido por el Código Electoral Nacional.
Dos días después, el cartero volvió a tocar el timbre, esta vez para convocar a mi hermano, en su caso como auxiliar y en las mismas condiciones. Se le informaba que también estaba a su disposición la posibilidad de realizar un pequeño cursillo instructivo en cuatro horarios en la Secretaría Electoral. De modo que hacia allí fuimos por la tarde y nos encontramos con dos mujeres que explicaban, a través de un video informativo y contestando cada una de las preguntas a una decena de personas sobre algunas de las cuestiones con las que deberíamos lidiar el día del comicio, aunque en definitiva no dejaban de ser dura e hipotética teoría.
Ese día, el 23, comenzó temprano y gris. Eso no era buen presagio. Es que esos días son los que uno elige para quedarse en casa escuchando la lluvia contra un techo de chapa, mirando televisión, o simplemente para no hacer nada. Lo cierto es que eso no era más que expresiones de deseo y a las 7.30 estábamos en la Escuela Provincial Número 204 Libertad, en calles Río Gualeguay y López Jordán, en el “populoso” Barrio Paraná XX, como gusta decir un amigo que vive en la zona.
La puerta del frente de la escuela estaba cerrada, a pesar de la incesante, densa y espesa lluvia. Para ingresar había que atravesar un pasillo largo y descubierto, y luego otro. Al lado de la Dirección, enseguida de la puerta principal, estaban los empleados del correo, con los elementos para cada una de las mesas: “Mesa 168 masculina”, dijimos a coro. “Dos urnas y una bolsa”, replicaron. Aunque sólo había algunas mesas dispuestas, los números ya estaban asignados en el frente de las aulas, de manera que comenzamos a transitar un pasillo de unos 30 metros, acercándonos peligrosamente hasta el final, y cada vez más, y cada vez más, hasta que terminó el pasillo y en la puerta del aula estaba el cartel nomás. Sobre el final del pasillo, cubierta por la caída del techo, estaba dispuesta una mesa con cuatro sillas.
Armamos las urnas, las fajamos, las firmamos, ordenamos las boletas en el aula y surgió la primera novedad: aunque eran ocho rollos de boletas, faltaban las de la Lista 38 y había dos carretes de la Lista 3. Labramos el acta de apertura del comicio, firmamos los primeros sobres y entramos, presidente y auxiliar -cada uno a su turno- para inaugurar las elecciones. Para esa altura eran las 8.07 y había cinco personas aguardando en fila para votar y cada uno asumió un rol específico: como presidente con el padrón general y la administración de sobres y boletas, el auxiliar con el padrón de la Consulta Popular y los fiscales, cada uno en lo suyo, Luis B., por la Lista 502 y Ernesto F., por la Lista 503.
La lluvia era incesante, a eso se sumaban el frío y un leve viento que soplaba sobre nuestras espaldas salpicándolas. “Mi mujer me armó el equipo de mate, así que en un rato lo preparamos”, anticipó y Luis B., un tipo rubio, de unos 50 años, con una simpática y extraña barba candado, mientras se quejaba por el frío: “Yo me iba a venir de camisita mangas cortas, pero por la lluvia me puse el piloto, menos mal”, y se abrochaba y ajustaba el tapado sobre el pecho y en la cintura con el cinturón.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
