Florencia Penna
La clásica ópera Carmen, de George Bizet, fue la culminación de la semana lírica que tuvo lugar en la capital entrerriana, donde se presentaron otras tres piezas en distintos espacios culturales. Con la maestría y profesionalismo de más de 200 personas implicadas en el proyecto, la puesta vibró al aire libre, entre las barrancas del Parque Urquiza y el río Paraná. Hubo mejoras notables en el aspecto organizativo a comparación del año pasado -cuando se presentó una inolvidable Aída-, pero la comunidad no acompañó con la magnitud de aquella oportunidad. Aquí, la crónica de la velada, las impresiones de algunos protagonistas y unas conjeturas sobre la imprevisible respuesta del público local.
El sol iba cayendo despacito en la veraniega tarde del viernes, mientras los técnicos y la logística ultimaban detalles en la rotonda del Puerto Nuevo, donde se emplazó un escenario con el frente hacia el este. Los actores ya estaban listos tras bambalinas y, ante nervios y ansiedad, algunos precalentaban voces, otros caminaban de aquí para allá. Una nube de mosquitos amenazó con transformarse en la vedette de la noche pero finalmente siguió su curso, tal vez por los repelentes solidarios que circularon, tal vez por la brisa fresca que apareció más tarde. Lo cierto es que a las 20, gran parte del público ya estaba acomodado en las sillas dispuestas ordenadamente y con presillas que impedían que fueran trasladas de lugar (inconveniente presentado el año pasado); y otro tanto lo hacía en la platea natural ofrecida por la barranca, desde donde se podía ver la obra de manera gratuita. El acceso de los espectadores al predio, esta vez, fue resuelto con eficiencia.
No había transcurrido ni media hora cuando el maestro Reinaldo Zemba dio entrada a la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, y al instante la modesta plaza de Sevilla se pobló de una muchedumbre de gitanos y soldados. Así comenzó Carmen, la clásica ópera de George Bizet estrenada hace 130 años en París. Y su desarrollo fue impecable. Las destacadas interpretaciones de la mezzosoprano María Luján Mirabelli (Carmen) y el tenor Carlos Duarte (don José), que encarnaron la pasional y fatídica historia, fueron acompañadas con igual idoneidad por Luciano Garay (Escamillo), Sebastián De Filippi (Zúñiga), Teresita González (Mercedes) y Andrea Maragno (que dio vida a una muy dulce Micaela), entre otros. En tanto, el Coro Ópera en Paraná (bajo la dirección de Fabián Solaro y Svetlana Dmitriyeva) brindó una excelente performance, y el Coro de Niños del Consejo General de Educación de Nogoyá brilló con su actuación. También se contó con el Ballet Ópera en Paraná y con integrantes de la Asociación Gaucha Flor Nacional, que llevaron cuatro mansos caballos a escena. Importante es subrayar el sonido logrado bajo dirección de Amilcar Gilabert -justo y preciso-, pues significa un pilar imprescindible para que el esfuerzo artístico-musical se luzca en su esplendor. Los aportes de iluminación, vestuario y escenografía colaboraron en el impacto visual.
La pieza de cuatro actos interpretada en francés contó con dos intervalos y pudo seguirse su traducción a través de tres pantallas gigantes (dos ubicadas a cada lado del escenario y otra de cara a la barranca). Si bien la transmisión no fue del todo prolija, auxilió a quienes estaban ubicados a distancia y, lo que es fundamental, a comprender lo que las voces cantaban.
Antes de la medianoche el trágico desenlace había tenido lugar y las aproximadamente 220 personas actuantes fueron ovacionadas de pie por el público presente. De esta manera fue coronado con éxito el Segundo Festival de Ópera, que además contó en su programa con una original representación del Réquiem de Mozart, realizado y dirigido por Eduardo Casullo (en el Teatro 3 de Febrero); Orfeo y Eurídice, de Gluck (en el Anfiteatro Héctor Santángelo) y Don Pasquale, de Gaetano Donizzeti (en el Centro de Experimentación Gloria Montoya).
Públicos
No se puede decir que no fue gente a ver Carmen: 5.000 personas (tal es el número aproximado que manejan los organizadores, aún no definitivo) no es una cifra menor. Sin embargo, se estima que el año pasado más de 10.000 personas se ubicaron en la barranca -a pesar del frío-, y en esta edición sólo lo hizo el 10 por ciento. Las otras 4.000 se repartieron en los asientos arancelados y de protocolo. También hay que considerar el público foráneo (turismo), que este año menguó.
Entre las conjeturas ante este hecho, figuran:
1) Carmen no fue tan publicitada como Aída (en Paraná como en el resto del país), que se había ido instalando de a poco como “el” evento de la ciudad.
2) Varios espectáculos líricos en una semana pueden significar también varios egresos del bolsillo. Entre la oferta (no sólo monetaria) el público elige.
3) Quienes quedaron ofendidos por los problemas de ubicación del año pasado no volvieron a dar crédito.
4) Los locales tal vez esperaron ver el espectáculo por Canal Once (que transmitió en directo Aída), pero este año no lo televisó. Tendrán que esperar a que lo haga Canal 7.
5) Menos personas en escena y, por lo tanto, menos curiosos que van a ver a su familiar, amigo/a, conocido/a.
6) El público local es como Carmen, coquetea con muchos pretendientes pero sólo tiene un gran amor.
7) El público local es como don José...
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta saemana)
