Claudio Cañete

Vigder y los unos, del fallecido Víctor Oppel, es una obra que relata descarnadamente la tragedia de una familia judía en los campos de concentración nazis. La historia dolorosa y terrible, de separaciones entre hermanos, muerte de padres y sobrinos, termina en la ciudad de Concordia. No es casual, Entre Ríos es una tierra donde la impronta judía ha podido plasmarse y desarrollarse. Éste es un caso, un mensaje a todo el mundo que se conocerá hoy en las salas del Museo del Holocausto en la Capital Federal. ANALISIS anticipa en esta nota pasajes del libro, rescata viejas declaraciones del autor y refleja la palabra de uno de sus familiares.

Este miércoles por la noche, en Buenos Aires, un pedazo de alma entrerriana dejará testimonio para la humanidad. Será cuando a las 18.30, en la sede del Museo del Holocausto -de calle Montevideo 919- se presente el libro Vigder y los unos, del fallecido Víctor Oppel. La actividad es organizada por el Museo Judío de Entre Ríos, la Subsecretaría de Cultura entrerriana y la Fundación para la Memoria del Holocausto. Oppel fue sobreviviente de los campos de concentración nazis y volcó todas sus vivencias en estas páginas. La publicación es posible gracias al Programa Identidad Entrerriana, que financia el Consejo Federal de Inversiones (CFI).

Ésta es una provincia que fue cuna de la primera inmigración judía, con sus colonias agrarias. En 1930, dos aventureros (Jaime y Manuel Oppel) se instalaban en Concordia para desempeñarse en el comercio, en el ramo de la peletería. Ambos dejaron a su familia. Cuando estalló la guerra ya nada podían hacer por ellos, hasta que pasado el conflicto se enteraron de los 6 millones de judíos asesinados y que dos de sus hermanos (Víctor y José) se habían salvado. Como en aquel entonces estaba prohibido el ingreso de refugiados, consiguieron papeles ilegales vía Paraguay y luego parte de la familia se volvería a reunir. Además de los Oppel, que desarrollaron una activa vida comunitaria en esa provincia, se sabe que hubo otras familias de sobrevivientes, entre ellas la de los Treidel. En un primer momento, Entre Ríos no fue ajena a la discriminación y, por ejemplo, muchos clubes prohibían la asociación de judíos. Esto es el comienzo de todo.

“Pioeni era un pequeñísimo pueblo perdido entre los Cárpatos, en Transilvania (Rumania). No tenía más de mil habitantes. En mi infancia no existía ni una panadería, ni luz eléctrica, ni teléfonos, ni fuerza policial. Era -es- una tierra dura, con inviernos largos y crueles”, así empieza a narrar su biografía Víctor Oppel o Vigder Marcus Appel, su verdadero nombre; ni si quiera eso pudo conservar tras renacer de la oscuridad de los campos de exterminio y enfrentar, junto a su hermano José, Auschwitz. Éste es el inicio de su libro, que terminaba de narrar un día antes de su muerte en Entre Ríos, la provincia que lo adoptó. La familia de Víctor procuró que la obra se concretara y recopiló la información que faltaba. Su hijo Zalmi cuenta que la idea del libro estaba hace bastante tiempo, pero como “el protagonista” gozaba de un perfecto estado de salud siempre lo posponía. Todos los videos en los que narraba su vida -como el testimonio que dio para Shoa Foundation de Spielberg- estaban guardados, igual que los textos de las conferencias que brindó. La historia concluye con la crónica del regreso a Pioeni, su pueblo natal, lo cual Víctor concretó con su esposa, hijos y nietos en el año 2003. “El pueblo es muy pobre y chico, tiene 400 habitantes, no hay hoteles. Fuimos donde era su casa y la de sus tíos. Antes de la guerra de las 400 familias, 300 eran judías, ahora no queda ninguna”, detalló Zalmi, en dialogo con ANALISIS desde Buenos Aires. “Creo que el viaje fue positivo para todos nosotros pero no para él, en el sentido de su estado de ánimo. Aunque también fuimos a Auschwitz, no sé si el campo le afectó tanto como ver la casa donde vivía cuando tenía 14 años”, confesó.

Y es en esa casa, en ese pueblo donde arranca su relato, el relato de lo que fue de sus padres y de sus siete hermanos (Manuel, Zalmi, Meyer, Jaime, Sara Rebecca, Jaia Raquel y José), en un tiempo de una pobreza tal, que en lugar de zapatos usaban trozos de caucho en los pies. Manuel y Jaime en 1930 se lanzaron a la aventura de emigrar a la Argentina en busca de un futuro más alentador. A pesar de las vicisitudes eran tiempos felices para Víctor, que se describe físicamente en su propio libro: “Era muy grande, de anchas espaldas, con manos grandes y bien plantado sobre mis piernas; era respetado”. De sus padres conservaba una fotografía: “Papá tiene una gran barba, un traje oscuro y un sombrero. Mamá también viste por completo de negro y tiene un pañuelo cubriéndole la cabeza”. Entre otras cosas de esa época recuerda cuando iba a clases y a algunos compañeros como Eli Wiesel, que obtuvo el Premio Nóbel de la Paz en 1986.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)