Claudio Cañete

El relato que presenta en exclusiva ANALISIS bien podría ganar un premio en el concurso Argentina Pueblo a Pueblo, que tanto promociona el diario Clarín en estos días. En verdad, episodios como estos hay muchísimos y son rescatados no por certámenes mediáticos sino por la vastísima producción literaria -edición de autor mediante- de los escritores de la provincia. Es el caso del libro Raíces, Mansilla y su pasado, de la profesora Ercilia Grassi de Garzia, de donde extraemos esta verdadera joya del pasado. ¿Usted sabía que por la década de 1920 en Entre Ríos ya existía el lavarropas?

Mucho antes de que la industrialización orientada al mercado interno argentino, producida en la década del 50, pusiera sus mayores esfuerzos en los electrodomésticos, y mucho antes de la famosa heladera de madera que funcionaba con una barra de hielo puesta en una recámara, en Entre Ríos la familia Brutti, que vivía en Mansilla, ya había creado el lavarropas. Un invento que mostraba claramente a estos inmigrantes italianos como maestros de la ingeniería y que hoy la publicación de Raíces, Mansilla y su pasado, de la profesora Ercilia Grassi de Garzia, rescata del olvido.

El libro es una compilación de entrevistas a distintos habitantes de Mansilla, todos ellos pioneros o hijos directos de estos, testigos del inicio del pueblo mismo. Por eso, la transcripción de este capítulo es la reproducción de un diálogo.

Una charla el 28 de septiembre de 1998

Emilia Brutti de Forti, con 81 años, es descendiente de italianos que se establecieron en esta zona por el año 1883, oriundos de Chiesa Nova, provincia de Verona, región del Véneto en la Lombardía, norte de Italia. Nombrar a Verona es recordar el drama vivido por Romeo y Julieta, símbolo de amor inmortal entre mortales. El amor apasionado que Shakespeare hizo conocer universalmente a través de su obra. Nombrar a Verona es asociar las palabras odio y amor. El odio entre Montescos y Capuletos y el amor entre los hijos de cada familia. Los amantes de Verona, tienen en su ciudad, escenario de la tragedia, monumentos funerarios, se halla también, la casa de Julieta con su balcón al que trepaba Romeo; ahora, miles de turistas ascienden para fotografiarse. En el jardín, debajo del galpón, podemos ver la estatua de Julieta, realizada en bronce. Es creencia popular que tocar el busto de Julieta da suerte, por eso toda la escultura es oscura pero los pechos relumbran como si fuesen de oro, debido al incesante pasar de las parejas de enamorados que apoyando sus manos piden un deseo: amor eterno. Dejemos a Montescos y Capuletos y pasemos a los Brutti quienes hicieron el viaje desde su Verona natal hasta Mansilla, Entre Ríos.

-Emilia, contame de tus abuelos, ¿los dos eran italianos?
-Marco Brutti y María Lesso, mis abuelos, eran italianos. Al país llegaron cuatro hermanos: Máximo y Marco se establecieron en Mansilla, otro quedó en Gualeguay y otro eligió Nogoyá para vivir. Papá, Juan Bautista Brutti, tenía dos años cuando los abuelos salieron de Verona, había nacido el 13 de noviembre de 1881.

-¿Cuántos hijos tuvieron?
-El matrimonio Brutti-Lesso tuvo ocho hijos, Juan Bautista el único italiano, todos los otros nacieron aquí: Nicolás, José Antonio, Luisa, Regina, Venuta y Vitalia.

-¿Con quién se casó tu papá?
-Con María Zumino, tuvieron ocho hijos, los bautizaron con nombres cuyas iniciales respetaban el orden alfabético: Avelino, Benito, Cándido, Deolinda, Emilia, Fernando, Guillermo y Herculino.

-¿Hubo otros matrimonios entre los Brutti y los Zumino?
-Mi tío Nicolás, hermano de mi papá, se casó con Luisa Zumino, hermana de mamá, y Vitalia Brutti se casó con Albino Zumino, hermanos también de papá y mamá.

-Al hogar de tus tíos Nicolás y Luisa, ¿cuántos hijos llegaron?
-Mis primeros hermanos eran ocho y sus nombres comenzaban con la letra H: Humberto, Herminio, Héctor, Honorio, Hortensia, Herminia, Honorino y Hércules.

-Ustedes, más que primos hermanos se sentirían hermanos, por sus venas corría la misma sangre.
-Era muy común en aquella época que se llevaran a cabo matrimonios así, varios hermanos de una familia con hermanas de otra familia. La colonia estaba despoblada, no había muchos mozos y mozas, además el inmigrante buscaba la unión de sus hijos con descendientes de paisanos, como ellos se nombraban entre sí, o sea, los hijos de inmigrantes del mismo “paese”. No podemos olvidar que ellos debían luchar contra la barrera del idioma, se autoexcluían de las reuniones sociales que organizaban los criollos, recién en la tercera generación de los pobladores con ascendencia extranjera, las razas comenzaron a mezclarse y en buena hora, pues de las uniones de gringos con gringos donde tres o cuatro hermanos se casaban con otras tantas hermanas, terminaban todos parientes, además, dicen, la cruza mejora la raza.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)