Muerte entre rejas

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Otro deceso dudoso de un preso en la cárcel de Paraná libra una pulseada entre la versión oficial y el descreimiento de los familiares

Jorge Riani

Un preso de 23 años apareció ahorcado en la celda de castigo de la Unidad Penal Número 1 de Paraná. Desde la cárcel indican que el reo estaba por voluntad propia encerrado allí, pero los familiares aseguran que a ellos les hablaron de una pelea con un guardiacárcel, al que le tiró una banqueta. En la Justicia reina el mutismo en dosis similares para el padre de la víctima y para la prensa. ANALISIS acercó la inquietud periodística al Juzgado de Instrucción a cargo del caso, pero con suerte adversa. “Faltaban como dos meses para que pueda tener salidas”, observan los familiares de Esteban Pachiarotta, el preso que muriera el sábado último. La autopsia se realizó el lunes, pero los resultados de los análisis químicos aún no se conocen. No obstante, en el edificio del Poder Judicial no dudan en señalar que fue un suicidio. Instalados en el terreno de las dudas, los familiares piden respuestas frente a puertas que se cierran. Esta circunstancia alimenta la posición de la familia del occiso, que se resume en una frase: “Esteban no se mató”.

“Investiguen, porque no fue un suicidio”. La frase oficia de saludo final luego de la entrevista y expresa el interés por dejar claro el mensaje cargado de dudas. En su casa de dimensiones impensadas para una familia de casi una docena de integrantes, Rogelio Pachiarotta habla de la muerte de su hijo. Esteban apareció colgando en la celda de castigo de la Unidad Penal Número 1 de Paraná, el sábado pasado. Remera azul, pantalón blanco, zapatillas de ambos colores, con cordones improvisados con plásticos blanco y rosado, y una cuerda de material sintético enlazando el cuello conforman el cuadro macabro que llenaba la pequeña casilla de aislamiento. En la pared blanca, una cruz pintada con color oscuro se advierte por detrás del cadáver y ese símbolo suma un ingrediente a la atmósfera de duelo. O sea, un escenario muy parecido a aquél de agosto de 2004, cuando el secuestrador de la joven Fernanda Aguirre, Miguel Ángel Lencina, apareció colgado en el patio de la Comisaría Quinta de Paraná, donde se encontraba alojado.

A partir de ahí, la muerte divide los territorios claramente identificables: versión oficial contra dudas familiares; suicidio contra homicidio; silencio judicial contra catarsis de los deudos. En la provincia donde un grupo de policías acribilla con 16 balazos a cinco jóvenes inocentes, hay que creer que una muerte en una celda fue un suicidio y listo. Su archivo. A otra cosa. No hay dudas; no hay margen para pensar en otra cosa. No hay fiscal, no hay juez; ¿para qué dudar?, parece ser la premisa.

Rogelio Pachiarotta habló con ANALISIS acompañado de sus hijos, nietos y yernos en su casa de la localidad de Viale. La presencia de cronista y fotógrafo portando bolsos de trabajo generaron cautela inicial en las declaraciones. Pero a los minutos, en la casa de los Pachiarotta todos tendrán algún dato para aportar, detalles y observaciones que confluyen hacia una certeza común: “Esteban no se mató”.

Sólo de esa casita de dos piezas (diminutas réplicas de viviendas sociales) saldrán datos llamativos que envolvieron las últimas horas de vida del joven de 23, muerto en la cárcel de Paraná.

Pachiarotta cumplía una pena de tres años y siete meses de prisión por “asalto a mano armada”, según dijo su padre. Pero la extensión de la condena habla del mínimo y lo encuadra en el marco del delito en grado de tentativa. El relato familiar da cuenta de que el preso no desconocía que en un par de meses estaba en condiciones de acceder a las salidas que dispone la Ley 24.660, de Ejecución Penitenciaria. “En dos meses cumplía la mitad de la condena y podía quedar libre”, dice Rogelio con tono descreído.

“Su hijo se mató”

Rogelio Pachiarotta se enteró en los últimos minutos del sábado que su hijo había muerto. Unos policías se acercaron hasta su casa para dejarle un papel con número de teléfono anotado y la indicación de que llame lo antes posible. Pronto se enteraría de que “su hijo se mató” en la cárcel. En busca de mayores explicaciones, el hombre fue hasta la Unidad Penal para volver a escuchar que su hijo había tomado la decisión de poner fin a su vida, y que aprovechó la soledad de la celda de castigo.

Según el relato de Rogelio Pachiarotta, su hijo había protagonizado un altercado con un guardiacárcel. “A mí me dijeron que se había peleado con un celador que le pidió que se formara para el cuenteo. Pero mi hijo se enojó y le tiró una banqueta; también me dijeron que había discutido con el compañero de causa, Miguel Miño, y que por eso lo llevaron a la celda de castigo”, narra, antes de agregar su observación: “Y… te largan como si fuera un suicidio nomás”.

–¿Usted no cree en lo del suicidio? -pregunta ANALISIS.
–No, no creo -dice con firmeza el padre del fallecido.
–Conociéndolo cómo era, no se pudo haber matado, y menos cuando le faltaba tan poquito para salir -acota una media hermana que logra el asentimiento general en la casa.

Según Rogelio Pachiarotta, en la cárcel lo atendió el director, José Luis Mondragón. “Me dijo que (Esteban) se ahorcó con la tira de un colchón, que esa cuerda aguanta 140 kilos”. Nunca le explicó cómo había hecho para romper el colchón ni cortar esa cuerda, en ese mundo carcelario donde nada parece ser imposible. Si Lencina había cortado con los dientes postizos la frazada para “ahorcarse”, por qué no podía hacer lo mismo Pachiarotta, pareciera ser el razonamiento oficialista.

El padre del preso no accedió a ver la celda y sólo pudo observar el cuerpo sin vida en la morgue judicial. “No tenía marcas de golpes; yo lo revisé en las muñecas y todos lados y no se notaban golpes, aunque a mí me quedan dudas”, dice. Los análisis de sangre -que cinco días después aún no estaba finalizados- quizás puedan aportar alguna respuesta, pero también se sabe que se pueden fraguar.

También fue a Tribunales en busca de alguna explicación sobre lo sucedido. Allí, la empleada del Juzgado a cargo del caso, ventanilla de por medio, le explicó que se trataba de “un suicidio”. Este semanario intentó tomar contacto con el juez de Instrucción Número 6, Gustavo Maldonado; la secretaria del juzgado; y la fiscal, pero las tareas fueron infructuosas. Cuando se pidió una entrevista, también ventanilla de por medio, la respuesta envasada en variadas palabras tenía el peso de un “no”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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