María Fernanda Villosio

Hace 16 años que soy periodista. Pasé por medios de comunicación chicos y austeros, por grandes diarios de la capital y trabajé en el interior del país. En ese camino transité distintas sensaciones: idealismo, frustración, aceptación, enojo, orgullo. Conocí muchos periodistas. Aquellos que compartían sueños y otros que visualizaban en esta profesión un buen negocio. Aquellos que se apasionaban cuando sentían cerca el olor de una primicia y otros que la buscaban con burocracia.

Pero lo que más me entristece del ejercicio actual de la profesión es que ya estamos anestesiados a la censura. Naturalizamos la censura y cada vez nos indigna menos. Tengo el recuerdo, en mis comienzos, que los editores se sonrojaban cuando debían transmitir una bajada de línea de los dueños de las empresas, tachar una palabra u orientar un enfoque. La orden se transmitía con cierta vergüenza, por estar faltando el respeto a la esencia de este trabajo. Ellos sabían que merecían nuestro repudio y los ponía incómodos la tarea. A quienes nos gustaba investigar preguntábamos siempre por qué no y exigíamos explicaciones. Por supuesto que nunca ganábamos esa pelea, pero al menos los compromisos políticos o económicos de las empresas nos generaban una pulsión de rebelión y fortalecían el sueño de llegar algún día a un medio independiente.

Me da la sensación de que ahora eso no pasa. Que ya no se cuestiona el negocio informativo sino que se lo digiere como “lo que tiene que ser”. Que la idea de que la información es una mercancía le ganó al apasionamiento de creer que con esta tarea se puede cambiar algo. Que atrás quedó la búsqueda, aunque sea ideal, de trabajar sin condicionamientos sino que la realidad de medios concentrados y asfixia económica nos domesticó. Que ya aceptamos mansamente desempeñarnos en un medio oficialista u opositor al gobierno de turno olvidándonos que hacer periodismo no es estar a favor o en contra de alguien de manera sistemática sino que consiste en algo tan simple y complicado como contar un hecho.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)