Florencia Penna

El reconocido escritor y periodista gráfico Sergio Ciancaglini estuvo en Paraná el jueves, invitado por la Radio Cualquiera del Centro Cultural La Hendija. En el espacio de Gualeguaychú 171, presentó el libro El fin del periodismo y otras buenas noticias, parte del proyecto de información social autogestionado y cooperativo que comenzara a materializarse en la página web lavaca.org, después del estallido del 19 y 20 del 2001. Ante un centenar de personas, se refirió a diferentes experiencias de organización social que se han dado en la Argentina frente a situaciones críticas, entre otras cosas.

Ante un auditorio colmado, con rostros de todas las edades entre los que se encontraron periodistas, estudiantes, asambleístas y productores de los programas que emite Radio Cualquiera (94.3), Sergio Ciancaglini presentó el último libro-guía que rastrea a los nuevos medios de comunicación, confeccionado por el colectivo lavaca. Su visita fue recibida con entusiasmo, puesto que el periodista supo aportar ideas hace un par de años a la frecuencia independiente de La Hendija, cuando aún era un proyecto a largo plazo. En 2005 había estado presentando Sin patrón, libro agotado que está a punto de reeditarse y que recientemente fuera publicado en Italia y en Estados Unidos. A la charla le prosiguió un diálogo con los presentes, conformándose un valioso encuentro que duró más de dos horas.

Inicios. Trabajé en periodismo profesional, haciendo una cantidad de cosas, con todos los motes que se quieran imaginar: periodismo político, premiado, de investigación, es decir, con mucha suerte. Todo estalló en 2001, y también lo hizo en nosotros cuando vimos cómo los medios de comunicación estaban mintiendo, ocultando información, y nos llevó a hacer una serie de reflexiones sobre lo que era hasta ese momento nuestro trabajo. El 19 y 20, además de la conmoción personal que nos provocó, nos generó una idea: no se estaba contando lo que ocurría, y queríamos contar las historias de los que habían muerto en los incidentes de esos días, porque descubrimos, sobre todo Claudia Acuña, que así se podía entender el conflicto. Entender quiénes eran los que habían sido víctimas de las balas de la Policía, explicaba a una nueva generación, a un nuevo estilo de trabajo, el precario. Se empezaban a entender con toda esa violencia ejercida contra la gente que se manifestaba reclamando que se vayan todos, en contra de esa forma de hacer política. Esto se transformó en artículos enviados por correo electrónico y al poco tiempo la decisión fue armar una página en Internet: www.lavaca.org. La idea fue ir contando allí las novedades que empezamos a descubrir periodísticamente en el país, novedades desde nuestro punto de vista sobre formas de organización social.

Sin patrón. Surgieron las fábricas recuperadas, o sea fábricas sin patrón, cooperativas de trabajadores que frente al abismo de la desocupación decidían algo rarísimo: en lugar de llegar a conflictos sindicales o judiciales, tomaban la fábrica quedándose adentro. Cada caso tuvo sus diferencias, pero lo inicial era que los patrones no robaran las máquinas. Los dueños podían hacerlo. Periodísticamente esas cosas que suenan raro nos atraen mucho. Pero el típico empresario rico de empresa pobre se quería llevar las máquinas para vaciar las empresas. Entonces entraban a las fábricas para impedir el saqueo de las patronales -cosa que no siempre lograron- y por lo pronto preservaban la fuente de trabajo. Y era increíble porque lo hacían a las trompadas, o sea su relación con las fuerzas del orden era a las piñas. Hombres de 50 o 60 años, mujeres en el caso de Brukman, que sentían que habían dado la vida allí, y ahora quedaban en la calle repentinamente, sin nada. Era fines de los 90. Y se conformaban como cooperativa de trabajadores y luego empezaron a hacer trabajar esas empresas. ¿Recuerdan la firma Durax? Cristalux quedó vaciada. La patronal había sacado muchas máquinas y además habían sufrido otro problema: el sindicalismo. La noticia era que los sindicalistas en Argentina no trabajaban para los obreros sino para la patronal, a tal nivel que boicoteaban las máquinas y todo el proceso, cosa que se repitió en Zanón y en muchas fábricas. Era pro empresario y contra los intereses de los trabajadores.

Piqueteros. Seguimos al movimiento de piqueteros, con todas las diferencias que tiene. Nos gustaban esos movimientos de desocupados que no tomaban el piquete como una herramienta burocrática sino que trataban de pensar cómo inventar modos de vida nuevos que le permitieran funcionar y vivir.

Los piqueteros más bravos que arrancaron en los 90 fueron los primeros que abandonaron el piquete, era interesante porque justamente lo ponían en su rol no de identidad sino de herramienta. Todo lo que se conoció como piqueterismo fue posterior, en muchos casos de partidos políticos, que como el piquete era prestigioso lo adoptaron y los organizaron con los noticieros.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)