-La puesta en marcha. Tal como venían los acontecimientos, era muy claro que se estaba transitando el momento en que la planta pastera se pondría en funcionamiento. Las distintas maniobras de la diplomacia argentina para dilatar la decisión uruguaya se fueron extinguiendo. La última era la Cumbre Iberoamericana, dado el papel asumido por España en el conflicto. Como se vio al final, la determinación estaba tomada. La hora y el minuto de puesta en marcha era una cuestión meramente técnica. La política ya había agotado su espacio de maniobra. Sucede tal como lo suelen destacar los estrategas militares: hay un tiempo de negociación y tensión que culmina cuando se toma la decisión política de actuar. A partir de ese momento es la técnica en cuestión la que define el momento exacto en que se pasa a la acción. Cuando la acción es militar, el asalto, la invasión, se ponen en movimiento; en el caso que nos ocupa, una planta pastera, los generales son los ingenieros. El impacto para los vecinos de Gualeguaychú es tremendo. Por más que en la mayoría de los asambleístas el escenario haya recorrido más de una vez los laberintos de cada cabeza, ese humo negro saliendo en forma constante e impiedosa hiere y rebela. Las luchas populares se sostienen en la ilusión del triunfo. La épica resistencia de los vecinos de Gualeguaychú en contra de las pasteras también encontraba la razón de su constancia y creatividad en la ilusión de que Uruguay cediera a relocalizar la planta. La empecinada movilización de los vecinos de la costa argentina no encontró respuesta solidaria del lado uruguayo.

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-Estrategias en juego. No vale la pena hurgar en los detalles finitos que impulsaron al Presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, a disponer la puesta en marcha de la empresa pastera. Lo cierto es que el momento no fue el más oportuno si se toma en cuenta cómo fue receptado por el resto de los actores involucrados en el tema. La presencia del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero en la Quinta de Olivos en una reunión con el matrimonio Kirchner, en alguna medida era un mensaje a la comunidad de países integrantes de la Cumbre Iberoamericana de que para la delegación española el fracaso diplomático tenía que ver fundamentalmente con la conducta sorpresiva del gobierno uruguayo. Por otra parte, a decir verdad, la delegación uruguaya, incluido su Presidente, se preocupó poco en dar un fundamento más o menos creíble para terminar con las negociaciones. Si Tabaré actuó como actuó para sacar patente de guapo, tampoco merece mayor atención. Da la impresión de que este paso dado por el gobierno uruguayo, además de comprar sin beneficio de inventario el emprendimiento empresario bosnio, también define la estrategia de desarrollo regional. El manejo impregnado de superficialidad en la cumbre de Chile tiene que ver con cuánto le importa al país vecino lo que sucedía en esa reunión. Esta movida que realiza en Chile el gobierno uruguayo es un tiro por elevación a la alianza Mercosur.

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-Nuevas exigencias. Por las dudas, vale ser cauteloso y no subestimar la sensibilidad que atraviesa al conflicto en esta etapa que se abre con el hecho consumado de la chimenea pastera haciendo flamear a todos los vientos el humo provocador. La situación que sobreviene encierra grandes dificultades y tiene lugar en una confrontación mucho más tajante entre los intereses en juego. Uruguay además de poner en marcha la planta, en su comunicado deja en claro que da por terminados los buenos oficios españoles. Luego, los pasos que siguen los realizará cada país sin que medie comunicación previa entre uno y otro. Esta ruptura marca la medida profunda de la incomunicación en que se ha caído. Hay que saber valorar que siempre es preferible alguna relación, por pobre que sea, a la incomunicación total. La estrategia frente a la Corte Internacional de La Haya cobra mayor gravitación. Al cortarse las negociaciones bilaterales surge la vía judicial como instancia única. Teniendo la Corte de La Haya como horizonte de expectativas, tanto al gobierno nacional como a los vecinalistas entrerrianos les cabe un trabajo que requiere tanta paciencia como convencimiento e imaginación.

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-Ahora el socialismo. Prácticamente es un hecho que ha pasado inadvertido para la mayoría de la sociedad, pero lo cierto es que Lisandro Viale como diputado nacional electo se ha convertido en la figura más prominente del progresismo entrerriano. Generalmente en el acontecer político son más las cosas que suceden sin que la sociedad se dé por enterada que aquellas que concitan las expectativas. En ese sentido, la poca repercusión que ha tenido la proyección de Viale a la Legislatura nacional no llama mayormente la atención. Pero en el caso de la elección de Viale, lo llamativo está dado en que en el propio ambiente del progresismo el acontecimiento no tuvo la repercusión esperada. Es que además de abnegado militante socialista de toda su vida, el hoy diputado electo carece de ductilidad y carisma. El logro de su diputación tiene mucho que ver con el sectarismo con que manejó el atributo especial del Partido Socialista de ser la única lista que llevaba a Elisa Carrió como candidata a Presidenta. Se debe recordar que no bien Carrió cerró con el socialismo a nivel nacional la vicepresidencia para Rubén Giustiniani, el socialismo entrerriano se movió con mucha celeridad reclamando la exclusividad de la candidatura Carrió-Giustiniani para la boleta del Partido Socialista.

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-La frustración. Es claro que el liderazgo de Lisandro Viale emerge producto de la virtual extinción de lo que representó la Concertación Entrerriana. Opción política esta que surge en el proceso electoral de noviembre del 2003 y que referenció en forma excluyente a Emilio Martínez Garbino. En la opinión de esta hoja, la propuesta que hoy representa el Partido Socialista en la figura de Viale es un retroceso con relación a la experiencia que tuvo a la Concertación Entrerriana como protagonista. El agrupamiento que lideró Martínez Garbino tuvo una entidad provincial innegable por lo que representaba cualquiera de las tres patas que funcionaba como mesa chica de conducción. Martínez Garbino desde ya por el lado del peronismo, pero también Lucio Godoy había llegado a ser una figura encumbrada en el radicalismo entrerriano. Por su parte, Juan Domingo Zacarías, la tercera pata, aportaba el dato nada despreciable de haber roto con el justicialismo en pleno esplendor del menemismo. A ningún observador le pueden caber dudas de que de no mediar la candidatura a Presidenta de Carrió encabezando la lista, las chances de ese agrupamiento se anulaban por completo. Así están dadas las cosas. En este pasaje de la representación del progresismo, de la Concertación Entrerriana y ahora el Partido Socialista, la responsabilidad recae totalmente en la conducción de la Concertación. Entre otras cosas, vale decirlo, la Concertación Entrerriana se esfuma como alternativa política sin dar cuenta de su proceso por parte de quien fuera su referente más general. Martínez Garbino nunca explicó a la sociedad el regreso de Zacarías al justicialismo.

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