El conflicto del campo tuvo un episodio confuso en la cercanía de la ciudad de Victoria. Declaraciones de funcionarios nacionales y provinciales sumergieron al hecho en una laguna de dudas. La hipótesis del juez de Instrucción a cargo de la causa quedó tapada por la conjeturas de la Policía. La reconstrucción del hecho permite dudar de haberse tratado de una estrategia gubernamental, una mala comunicación o simplemente coincidencias. ANALISIS reconstruye los episodios de esos días y da herramientas para sacar conclusiones.

Federico Malvasio

“Se confirmó”; “fue un atentado”; “casualidad”; “es una vergüenza”. Todas estas frases rebotaron, como en una caja de resonancia, en medios provinciales y nacionales tras conocerse la noticia de que en la ciudad de Victoria se habría “disparado” contra un camión cisterna que transportaba combustible. Las primeras informaciones policiales daban cuenta de que el vehículo fue atacado a tiros desde un piquete de transportistas de cereales ubicado en el acceso al pueblo.

Félix Alvez es la víctima. Eran aproximadamente las 22 del martes del 10 de junio cuando fue interceptado en la ruta 11 a dos kilómetros del arroyo Manantiales por una pick up Ford Ranger 4x4 blanca doble cabina. De la camioneta -según se desprende de la denuncia a la que tuvo acceso ANALISIS- se bajaron cuatro personas con los rostros cubiertos y se acercaron al camión. Dos de ellos se subieron a los estribos de ambos lados del cisterna y comenzaron a insultar al chofer. Según declaró Alvez, hubo “amenazas de muerte” mientras golpeaban los vidrios e intentaban ingresar a la cabina.

Lo cierto es que el camión que venía detrás, ya que había una caravana de seis separados por 100 metros, se percató de lo que estaba sucediendo y decidió marchar en dirección a la camioneta atravesada en 45 grados. Los agresores se dieron cuenta del avance y se dirigieron a la pick up “continuando con las amenazas de muerte a los gritos” y tirando “elementos contundentes”.
Finalmente Alvez continuó la marcha y recién a los 500 metros “pudo dar la novedad de lo ocurrido a la escolta policial”. El camionero que venía atrás pinchó una de sus cubiertas por “clavos miguelito que fueran arrojados por los atacantes”.

Fuente, la Policía

Las primeras informaciones que llegaron a las redacciones de los diarios provenían de la Policía entrerriana, que había “identificado” a quien supuestamente habría disparado contra el vehículo. Se trataba de Jorge Ernesto Bussi, un transportista de Entre Ríos, de 32 años, sobrino del ex dictador y gobernador de Tucumán Antonio Bussi. Su padre, Lorenzo, era hacendado y abastecedor de carne. La noticia fue fuerte, sobre todo para quienes estaban en las rutas.

En Buenos Aires se ensayaba un libreto. En las primeras horas del día siguiente todos se desayunaron con el ministro del Interior, Florencio Randazzo, en declaraciones al canal Todo Noticias, donde se refirió al hecho como un ataque con armas de fuego y consideró que “si se probaba que el dueño de la camioneta” era el sobrino del general Bussi el caso sería “doblemente preocupante”. “Anoche, a las 22.45, seis camiones de combustible con dos patrulleros iban desde Rosario a Entre Ríos por el puente Victoria, y una camioneta de este señor con dominio EWU 177, una Ford Ranger 4x4 blanca, titular Jorge Ernesto Bussi, le tiraron miguelitos a los camiones, uno revienta una goma y le tiran al menos dos tiros, uno pega en la cabina”, explicó el funcionario nacional al dar la versión del gobierno. Apellido nefasto y violencia en las rutas cortadas por dirigentes acusados de “golpistas” y pertenecientes a la época de Martínez de Hoz alimentaban suspicacias de un lado y cerraban un discurso del otro.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)