Antonio Tardelli

Hoy todo lo que se discute es si la Presidenta necesitará o no de la segunda vuelta electoral para permanecer en el gobierno. Es lo único que genera controversia. ¿Qué tanto se modificó el panorama entre junio del año pasado y hoy? ¿Cómo es que el kirchnerismo viajó sin escalas de la agonía a la resurrección? ¿Qué tantas cosas cambiaron desde entonces? ¿Cambiaron? ¿Qué pasó en el medio?

En el medio se murió Néstor Kirchner. Fue un hecho impactante, sorpresivo, influyente. Es evidente que nada fue igual, ni para el oficialismo ni para la oposición, después del 27 de octubre. La desaparición del ex Presidente modificó las relaciones internas del espacio gobernante y alteró los cálculos de la oposición. Todo cambió.

Primera conclusión, pues: fue el más imponderable de los imponderables, la muerte, lo que varió dramáticamente la actualidad de la política, una actividad que por esencia se define desde el comportamiento de los hombres. Lo que todo lo cambió fue un suceso decidido por Dios, el destino o la naturaleza, según las creencias de cada quien. No fueron los actores políticos, con sus determinaciones, ni los sujetos económicos, con sus actitudes, ni los hitos de un proceso cultural, con sus condicionamientos, los que modificaron las cosas. Fue una muerte. Fue el fallecimiento de una persona. El suceso podría anoticiar a los dirigentes –porque suelen olvidarlo– de que nada está bajo inapelable control. Puede ser tomado como una comprobación de lo banal de la soberbia, la omnipotencia y la megalomanía. Todo el poder que emana de la política resulta insuficiente para gobernar sus peripecias, su fluir. Nada se puede programar totalmente.

Pero es más que un problema existencial. El fenómeno no acarrea únicamente la posibilidad de reflexionar sobre los fenómenos humanos. Que haya sido un imprevisto conmocionante lo que cambió la dirección de los sucesos, y no la combinación de decisiones y actitudes, o la conjunción de decretos y leyes, o el efecto de declaraciones y pronunciamientos, invita también a preguntarse acerca de la gravitación de las estrategias que se suelen poner en práctica para operar sobre la realidad. Los hechos, según parece, se burlan de las pretendidas épicas. Puede la realidad hasta desentenderse de las ideologías. Puede ser indiferente a la publicidad.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)