Hugo Remedi
Una de las estrategias del gobierno kirchnerista desde siempre fue politizar las canteras jóvenes, lo cual no fue un mérito menor, y convenientemente anestesiar el resto del tejido social, que tampoco es un logro menor.
Con la permeabilidad de la juventud emergente se aprovechó la permeabilidad natural de necesidad de consumir, consignas tan propias del discurso K, que fueron motivando a un sector que sufría de una apatía demoledora.
El oficialismo entendió esa realidad y fue por ellos. Encontró el campo propicio para colonizarlos. La Cámpora fue y es un instrumento ideológicamente barato para sembrar en ese sentido y avanzar sobre las filas adversarias, que todavía siguen perdidas entre la siesta y la hendidura.
Flácido al fin de todas maneras, el oficialismo ganó en ausencia y con el fanatismo de vivar a Cristina cumpliendo con la premisa de estar en todos los lugares donde el proyecto los necesite, con menor convicción que adhesión a las bondades de tipo material que el Estado en decadencia puso a disposición de la causa.
Por la otra vereda, la estrategia K avanzó sobre el resto del tejido social domesticando las rebeldías con el ofrecimiento de un mercado de consumo a mano, pero abreviado en empeños temporales que dejó a los consumidores en manos de las condiciones que el mundo financiero impone a su antojo: vivir en cuotas se dice. Y si eso no era una caricia suficiente, se apelaba al miedo, que empezaba con mostrar como mensaje aleccionador que había que cuidar el trabajo: suficiente para entender la calidez de la advertencia. Y si finalmente no alcanzaba con alguno de estos elementos absolutamente disciplinadores, todo lo que estuviese volando caía sobre la cabeza del transgresor.
A fuerza de ser sinceros, hasta la última elección, es decir la debacle de 2013, al gobierno K no le fue tan mal con sus buenos pensamientos: van a durar 12 años porque la gente los votó, claro.
No alcanzan los votos cautivos
Curiosamente hoy, además de la acción de la juventud movilizada, el oficialismo necesita imperiosamente para continuar en el poder a ese otro sector que está anestesiado políticamente y que es la gran mayoría.
Debe entonces el oficialismo salir a la caza de descreídos, engañados y enojados que ya avisaron de su estado de ánimo en las últimas elecciones de 2013. En su momento el oficialismo los metió en el corral del silencio y ahora tiene que ir a buscarlos con toda la temeridad de que la vacuna de amansamiento ya feneció.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del martes 23 de diciembre de 2014)
