Tiene 35 años y se dedica a la escultura desde hace no mucho tiempo: fue a partir de 2010, tras una participación en la Bienal de Chaco, a la que concurrió con compañeros de la Facultad. Y después siguió sólo. Pero en verdad, como artista artesano lleva un recorrido más extenso: desde los 21 años, cuando se animó a mostrar y ofrecer en las ferias esos productos que hasta entonces fabricaba para él mismo y la familia. “Cuando alguien trabaja en cintos, prepara todo, el cuero, corta todos los cintos, cose todos los cintos, pone las hebillas, hace los agujeros, a todos. Bueno, yo hago lo mismo, cuando hago cucharas, las corto a todas, las tallo a todas, las lijo a todas…”, relata Francisco Mateos a modo de introducción sobre la característica artesanal de su trabajo, que en pocos días lo llevará a Europa.
—Siempre trabajás la madera, ¿tenés alguna conexión especial con ese material?
—Sí, mi viejo era carpintero. Él también laburaba en madera, como hobby, y bueno a mí me quedaron las herramientas y el amor por la madera. Pero también me gustan otros materiales, me gusta mucho la piedra, la chapa (chapa batida se llama la técnica) y he experimentado poco, en lo que a mi alcance está, he hecho algunas piecitas con una mezcla de madera y chapa. Con piedra he hecho trabajos chiquitos por cuestiones de logística, ya que no tengo el espacio apropiado para trabajar piedra, necesitas un ambiente más amplio, que no tiene que haber otra cosa, un taller especializado para eso. Pero bueno, tengo ahí unas piedras para trabajar.
—Siempre buscando la forma…
—Yo trabajo mucho con boceto previo. Busco la forma en la bidimensión y después trato de llevarlo a la tridimensión. Y a veces cambia todo ahí.
—¿Cómo es ese proceso?
—Bueno, por ejemplo, lo que son los encuentros, los concursos, los campeonatos, en algunos es temática libre, que es lo que yo comparto, es en lo que yo concuerdo, porque es la identidad propia del artista, a pleno, es su esencia pura, porque es el proceso que está viviendo en ese momento que está reflejado en esa obra y no en otra. Y después están los que te ponen temática, como es el caso ahora de Francia, que el tema es “La golosina”. En Colón este año el tema era un personaje de historieta argentina, que yo lo hice a Matías, de Yo Matías. Lo de Francia es distinto a lo de Colón, porque en Colón si bien es escultura también, hay una revalorización del oficio y tiene que ver con la técnica, con lo tradicional, si bien uno puede incorporar algunas cosas contemporáneas, jugar un poco, pero hay otra cuestión de fondo, lo conceptual no es lo que prima. En el Festival de Francia es cincuenta y cincuenta, porque tenías que armar el proyecto y armar una fundamentación de la obra, había que cargarla de un concepto, de un simbolismo, de una representación. Entonces materializarlo en una forma fue toda una historia. Decir cómo hago que a la golosina la pueda asociar con algo. Hice dos bocetos y al final me quedé con uno. El primero era una manzana acaramelada, mordida, asociada así como al pecado. Viste que la golosina tiene esa cosa de que también es un pecado, que te dicen “basta”, “no podés comer más”. Y después lo encaré por el lado de la sensualidad y el amor. Hice una boca con un chupetín y una mano, esa cosa de la sensualidad, como un toque de erotismo, que al final fue el que mandé y por el que quedé seleccionado. Por lo general es así, funciona con una temática. Entonces primero tenés que desarrollar el boceto, planificar la idea y después llevarlo a la tridimensión, por lo menos es lo que yo hago. Tengo un amigo de Chajarí, Darío Borgo, que trabaja un proceso inverso, el no dibuja casi nada, se deja llevar por la forma, es tal vez más fluida su composición. Yo primero estoy como en una estructura, tal vez yo tengo formación académica y él no, y eso también te marca ciertas tendencias, ciertas cosas que tenés que respetar, pero también es muy buen escultor. Son distintos caminos pero los resultados son los que busca cada uno.
(Mas información en la edición gráfica de ANALISIS del 26 de marzo de 2015)
