Claudia Martínez
(Especial para ANÁLISIS)

Quienes alguna vez fueron alumnos de la Facultad de Ciencias de la Educación recuerdan con nostalgia ese bar.Cuando florecía la democracia, o en el final de la espantosa dictadura militar, se sentaron más de una vez en el bar Los Alpes para charlar, soñar o simplemente tener una cita.

El viejo bar, manejado por los hermanos Bracco, teníacomo clientes a decenas de estudiantes que pasaban largas horas en las mesas sólo con un té o un café y un platito con maní, un vicio que generosamente apoyaban los dueños del bar y un joven mozo que era, de a ratos, encargado del lugar: Chirola.

En el mítico bar de Rivadavia y Buenos Aires se tejieron historias, proyectos, sueños y romances. Y Chirola fue testigo de todo eso.

Hoy, mozo de otro de los bares más célebres de Paraná, El Flamingo, sabe que las esquinas dicen y atraen muchos clientes si los bares están instalados en esos lugares.

En realidad se llama Salvador Ángel López, cuenta sentado, en un alto de su trabajo, en el bar de Urquiza y San Martín, de riguroso negro y con la bandeja a tiro, por las dudas entre algún cliente. “Empecé a trabajar en 1979 en Los Alpes, o sea, hace 36 años que trabajo. Empecé a los 16 y tengo 53 años, imaginate”, dice.

Había llegado de Alcaraz, se jubiló su padre y no le quedaba otra que buscar un trabajo. Por eso eligió Paraná. “Vine a trabajar porque no había podido ir a estudiar; allá no había nada”, reseña.El ferrocarril estaba terminando, ya no había recursos y había que salir a la ciudad, cuenta casi resignado.

—¿Cómo te enganchaste a trabajar de mozo?
—Por una señora que conocía a mi hermana, que trabajaba con ella. Habló con los dueños de Los Alpes y entré trabajar. En ese momento, cuando entrabas a un bar era diferente a lo que pasa hoy. Cuando comenzabas eras el que lavabas los pisos, los baños, los vidrios y eras lavacopas. Y de ahí arrancabas. Después pasé a la cocina, a hacer sanguchero, hacía pizzas. En invierno era cajero, porque le daban vacaciones al cajero, hasta el año ´80 que es cuando arranqué como mozo. Es un cambio grande. De ser todo lo que es atrás de la barra, pasé a ser mozo, a estar con la gente.Estaba Isabelino Valdez. El me entusiasmaba para ir, de a poco, agarrándole a la mano a la atención de la gente.

(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)