Juan Cruz Butvilofsky
Es probable que la ciudadanía entrerriana, más precisamente la paranaense, tenga el recuerdo del Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) que se desarrolló en la capital entrerriana en 2010. De aquel acontecimiento se sacaron una serie de conclusiones, de las cuales muchas no tuvieron que ver con el contenido político-ideológico del encuentro y que posaron la atención sobre cuestiones secundarias. Si bien es imposible negar el repudio de un importante sector de la sociedad ante el daño del orden y el status quo durante aquellas jornadas, también es importante destacar la provocación previa por parte de sectores ligados a lo más duro de la iglesia católica. No obstante, la violencia que sufre diariamente la mujer –que se denuncia en el ENM- no tiene punto de comparación con los desmanes ocurridos en aquellas jornadas en la capital entrerriana.
Para los organizadores del ENM, Paraná significó un antes y un después. A partir del 2010 se comenzaron a tomar otro tipo de recaudos para que se eviten daños que pongan como victimarias a las víctimas del sistema reinante. De hecho, en la edición 2015, que se desarrolló en Mar del Plata, la violencia represiva de la Policía Bonaerense defendió a los habituales provocadores que se paran frente a la iglesia en las movilizaciones que repudian el accionar eclesiástico, tal como pasa en cada marcha del 24 de marzo.
El ENM se prepara para albergar a más de 70 mil mujeres en Rosario para su 31º edición. Sus orígenes llegan al año 1985, cuando un grupo de mujeres argentinas viajaron al Foro de Organismos No Gubernamentales que se desarrolló en Kenya, donde se llegó a la conclusión de que el común denominador de las discusiones era la subordinación de las mujeres en todos los ámbitos. A partir del año siguiente, 43 mujeres autoconvocadas conformaron la primera Comisión Organizadora del ENM y establecieron su modo organizativo.
(Más información en la edición número 1048 de la revista ANALISIS del jueves 6 de octubre de 2016)