Mariana Bolzán
Dice que tiene voracidad por la escritura: ha escrito mucho, muchísimo, en todo momento y rozando la necesidad. Se refiere a su escritura y a su creación con palabras que evocan el hambre y los sabores. Y así parecen ser sus palabras: un fruto sabroso. Cuando las dice, las saborea, las mastica, las pronuncia enteras para entregarlas a su interlocutora.
Fernanda estudió guión cinematográfico en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y viajó por el mundo con el documentalista Carlos Echeverría como su asistente. Sin embargo, el presente la encuentra hoy en Bajada Grande, en una casa rodeada de verdes cañaverales y un aromito en la puerta. Su experiencia como guionista quedó en la Capital, de donde se trajo también sensaciones de pánico que la acompañaron muchos años y que fueron a la vez síntoma y trinchera para aprender a decir.
Cáscaras es entonces el higo que cae al final del verano, un compendio de palabras que ella misma se encargó de seleccionar como ingredientes de un plato suculento. Cáscaras es un bocado espumoso. Las poesías que lo componen son introspectivas, retratan imágenes del mundo exterior –como los textos que describen lo que Fernanda veía por la ventana en la gran ciudad- pero sobre todo evocan imágenes del mundo interno, una hondura que Fernanda supo cultivar.
“Una vez lo escuché decir a Luis Pescetti que escribir nos sirve para poner en diferentes personajes todos los personajes y voces internas que tenemos adentro. Es un deleite crear, es muy sabroso crear mundos”, dice Fernanda mientras mastica una tostada con mermelada que compartió para la entrevista.
Cáscaras pareciera ser sólo el comienzo -el hollejo- de la producción de una poeta que empieza a hacerse lugar en las letras paranaenses.
—¿Cómo y cuándo surgió la idea de publicar todo eso?
—Esta producción es un fruto que cayó por su propio peso. El año pasado comencé a pensar en concretar eso, fue una necesidad. Me senté un día a seleccionar textos. Tuve esa selección durante mucho tiempo, se la mandé a mis amigas, que eran quienes me habían alentado a publicar finalmente todo lo que había escrito. Y un día, estando en el Patito Sirirí me encontré con Maxi Sanguinetti y la Fer Puglisi, de Abrazo Ediciones. Me acerqué a ellos, así, intempestivamente, y les conté que tenía material para publicar. Ahí comenzó todo.
(Más información en la edición gráfica número 1054 de la revista ANALISIS del jueves 16 de marzo de 2017)
