Por Natalia Buiatti
La tarde estaba soleada un lunes de marzo en Concordia. María Cristina llegó a su casa del barrio Nebel después de las 17, cuando terminó su jornada laboral como ordenanza de una escuela. A pocas cuadras de su domicilio, Gustavo Darío Alfonzo cumple la condena, habita con Yolanda Zárate y la hija de ésta. Ambas viviendas se encuentran, aproximadamente, a unos 220 metros de distancia.
Denunciante y victimario conviven en el mismo barrio, atravesando algunas esquinas de las calles de tierra, desde que Alfonzo consiguió que lo beneficiaran con la prisión domiciliaria por su diabetes.
Ahora ese argumento por el que Alfonzo logró un trato especial está en discusión, luego de que la Fiscalía del TOF de Paraná, a cargo de Ignacio Candioti, pidiera que le realicen nuevos exámenes médicos para evaluar la gravedad de su afección y en un eventual caso, revocarle la prisión domiciliaria. Habrá que esperar hasta que concluyan el informe médico y decidan sobre el punto.
Lo concreto es que el jueves 2 de marzo fue condenado a 10 años de prisión, porque los jueces federales Roberto López Arango, Lilia Carnero y Noemí Berros, luego del juicio oral, lo consideraron autor penalmente responsable del delito de Trata de personas con fines de explotación sexual -en sus modalidades de captación, acogimiento y traslado-, agravado por el abuso de la situación de vulnerabilidad de la víctima, su minoría de edad y por haberse consumado la explotación.
Después de esta condena, de haber luchado por años para llegar a esta instancia, María Cristina Escobar se siente cansada. Abre las puertas de su casa humilde, ubicada en un barrio de humildes y trabajadores, la contracara de la opulencia que ostenta el centro y otras zonas de la ciudad, colmada de casa quintas, termas, hoteles spa y restaurantes lujosos por donde circulan políticos, funcionarios, empresarios e hijos de estos. María Cristina es una mujer que conoce esos dos polos: pertenece al primer sector social, y al segundo comenzó a explorarlo desde que rescató a su hija de una red de prostitución vip, cuando caminó los pasillos de tribunales, recibió llamados de importantes exponentes de la política provincial y memorizó nombres de personajes de la noche.
—¿Está conforme con la condena?
—La condena no es lo que uno esperaba, porque para mí, 10 años es poco a lo que tenía que ser, al menos fue condenado. Pero hay cosas sueltas, por ejemplo el tema de la diabetes. Yo soy diabética y tengo un trabajo, hijos y un nieto a cargo. Estoy medicada y hago una vida normal. Me controlo en la alimentación y si tengo que caminar, lo hago. Si yo puedo ¿por qué a este hombre le permiten el arresto domiciliario? Lo tengo a pocas cuadras de mi casa, ¿qué seguridad tengo yo? De a ratos me da impotencia, como que no puedo hacer nada. Pero sé que voy a lograr que pague la condena como corresponde. Además, la gente me dice que lo ve salir de la casa. ¿Cómo voy a estar tranquila? Hay noches que no duermo porque no se sabe qué reacción puede tomar esta persona.
(Más información en la edición gráfica número 1054 de la revista ANALISIS del jueves 16 de marzo de 2017)
