L. D.
La celebración de los cumpleaños de un grupo de amigos que se convirtió en uno de los mega eventos más importantes del país. Una vez más, en vísperas de la Fiesta de Disfraces, se narra la misma historia casi de cuento. Sin entrar en detalles, se pasa de la amistad, a la diversión y al éxito. Pero lo cierto es que detrás del fenómeno que distingue a Paraná a nivel nacional hay sociedades, inversiones, favores políticos y cuentas en el exterior, por mencionar sólo algunos de los elementos que componen la trama de un negocio varias veces millonario que es tanto lo que demanda del Estado, que obliga a revisar números a la hora de evaluar beneficios.
Lejos quedaron aquellos pibes que en agosto de 1999 pusieron unos pesos para comprar unos cajones de cerveza y celebrar, disfrazados, los cumpleaños de seis amigos en el club Ciclista en Paraná. Hoy esos veinteañeros orillan los 40 y son empresarios que no solo comercializan la fiesta del boom, sino que se convirtieron en los líderes del mercado de la diversión nocturna en Paraná.
La Banda del Palo, denominación que primero designó al grupo en la intimidad y ahora ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), posee Hierlam –en avenida Estrada- y Pasaje 501 –en Alameda de la Federación-, dos de los boliches más concurridos de la ciudad. Además, son organizadores de algunos de los recitales más importantes de Paraná, de fiestas electrónicas y de la fiesta La Premiere, que se realiza cada Año Nuevo en una quinta del Acceso Norte. El esquema se completa con el gerenciamiento de la confitería Bonafide, que también les pertenece, y de una sociedad destinada a una actividad no relacionada: la cría de ganado.
De dos federales a varias sociedades
Después de la primera fiesta, en 1999, la experiencia se repitió en 2000 en un salón de calle Santa Fe. En 2001, fue en un lugar de El Brete. No se cobraba entrada, había que llevar bebidas y cuando se terminaba la cerveza los cumpleañeros pasaban una gorra y juntaban plata para ir a comprar. La primera vez que se cobró el ingreso fue en 2002, cuando la fiesta se trasladó a los galpones del puerto. El precio, signo de esos tiempos: dos federales.
(Más información en la edición gráfica número 1068 de la revista ANALISIS del 12 de octubre de 2017)
