
El presidente Javier Milei en La Rural.
Joaquín Morales Solá
Alguien debería decirle a Javier Milei que Victoria Villarruel no es la dueña del Senado, sino solo la presidenta de un cuerpo colegiado donde prevalece la oposición. Alguien debería aclararle que los inesperados movimientos del dólar no son culpa de la vicepresidenta de la Nación, sino más bien del innecesario cacareo del ministro de Economía (“Comprá, campeón”, refiriéndose a los que sostenían que el precio del dólar estaba atrasado) o al período preelectoral, que coloca a los argentinos otra vez en la opción entre mileísmo o peronismo kirchnerista. Alguien debería advertirle al Presidente que su forma de insultar en público a personas y a instituciones (lo acaba de hacer con el Senado) y de usar palabras groseras como herramienta de construcción política no lo ayuda con los mercados –el riesgo país no baja de los 700 puntos básicos–, ni con el dólar, ni con los argentinos que no hablan así, que felizmente son la mayoría. Es difícil, si no imposible, imaginar un Milei distinto del que conocemos, con sus méritos y sus deméritos. En la penúltima semana percibió, con razón, que caminaba por un floreciente jardín primaveral: el Fondo Monetario había aprobado el cumplimiento del primer tramo del acuerdo por parte del gobierno argentino, aunque no lo cumplió totalmente, y que la inflación de junio había sido de apenas el 1,6 por ciento. En el fin de esa semana, cuando se pavoneó por el predio de la Exposición Rural y por el estudio de Radio Mitre, donde fue a pesar de sus permanentes agravios al Grupo Clarín, propietario de esa emisora, destrató a todos los que no integran su círculo más íntimo; fue uno de los momentos verbales más guarangos del jefe del Estado. Llegó a tal extremo que un periodista de espectáculos, Marcelo Polino, conocido de Milei, debió aclararle que hablaban ante micrófonos de una radio y, elípticamente, que ya el Presidente se despeñaba por el abismo de la procacidad. En la semana que acaba de pasar, la melodía fue otra: el dólar se le disparó por primera vez desde la devaluación que dispuso poco después de acceder al poder. Pero la violencia volvió a estar en su léxico, tal vez porque siempre busca en otros, hasta que la encuentra, la culpa de sus desdichas. Fue Villarruel la culpable del salto del dólar. Lo cierto es que debió subir la tasas de interés por encima de la inflación para frenar la escalada de la moneda norteamericana que pone en riesgo la baja de la inflación. Sin embargo, esas tasas altas podrían frenar aún más la actividad económica, que viene amesetada desde abril, con las excepciones de los sectores agropecuario, del petróleo y de la minería. Actividades dinámicas de la economía, pero módicas en la creación de empleos. Tales aclaraciones son necesarias porque las palabras del Presidente están innecesariamente estresando la política nacional cuando todavía faltan casi tres meses para las elecciones legislativas nacionales del 26 octubre. En efecto, Villarruel no hizo nada para desestabilizar el dólar porque nunca pudo evitar la reunión del Senado en la que se aprobaron proyectos de leyes que, es cierto, ponen en riesgo el equilibrio fiscal. Fue una reunión ordinaria del cuerpo, y la oposición reunió el quorum para sesionar. Villarruel podía no haber presidido esa sesión, pero no podía evitarla. Una pregunta sobre lo que podía y no podía: ¿hubiera sido correcto que incumpliera el mandato constitucional que le ordena presidir las reuniones del Senado? No, pero es lo que Milei quería. Mucho peor le hizo al dólar (y a la imagen de la economía) que el Presidente se presente en una canal que se emite por streaming para divulgar sus ideas y lanzar su candidatura a la reelección en 2027, acompañado no solo por el ministro Luis Caputo, sino también por el presidente del Banco Central, Santiago Bausili. El Banco Central es una institución autárquica y, se supone, independiente del gobierno nacional. Bausili no es un empleado de Milei; es un alto funcionario del Estado.
Debemos ser justos. También hubo razones objetivas que empujaron el dólar. Una de ellas fue que en el primer semestre se liquidaron 4000 millones de dólares más porque el 31 de junio vencía una baja temporaria de las retenciones; nadie sabía entonces que el Presidente anunciaría en su discurso formal en la Exposición Rural una baja sustancial y permanente de las retenciones, sobre todo de la soja. Ese anticipo de las liquidaciones en el primer semestre dejó al segundo semestre muy demandante de dólares. Al mismo tiempo, miles de argentinos aprovecharon el fin del cepo para las personas y compraron una enorme cantidad de dólares sin pedirle permiso a nadie ni depender de la arbitrariedad de nadie. Esa fue una de las varias conquistas sociales promovidas por Milei, que las formas de Milei esconden. A esa compra compulsiva de dólares se le sumaron los viajes al exterior, que también requieren de dólares, y las importaciones de insumos o de bienes de consumo, que se deben pagar con la moneda norteamericana. El Presidente no puede modificar ninguna de esas decisiones si no quiere cambiar radicalmente las ofertas de su ideología. Al final de todas esas cuestiones concretas y palpables puede inscribirse la peripecia electoral.
En efecto, la mera posibilidad de que gane en la provincia de Buenos Aires el peronismo presidido por Cristina Kirchner, en alianza con Sergio Massa y Axel Kicillof, es suficiente para que muchos argentinos se refugien en el dólar. El peronismo no aprendió nada. Ni siquiera intentó una renovación. Abundan y se juntan los mismos que ya fracasaron, pero es peor: hasta el albertismo está presente en la nueva mezcolanza de lo que fue una fuerza política hegemónica. Veamos, si no: Gabriel Katopodis, que fue un leal ministro de Alberto Fernández, es el primer candidato a diputado nacional por la crucial primera sección bonaerense en nombre de ese hacinamiento de peronistas. Algunas encuestadoras están pronosticando que Juan Grabois, que convirtió a Massa en su bestia negra, podría cosechar, si se cortara solo, hasta el 10 por ciento de los votos en la monumental provincia. No se trata de la improbable seducción social de Grabois; es un síntoma del rechazo de la gente común a un establishment peronista pétreo, definitivamente invariable.
“Voy a ser reelecto en 2027”, afirmó categóricamente Milei en ese paseo por el canal de streaming Neura. Una parte no menor de su reelección de dentro de dos años se jugará en las elecciones de octubre próximo. Su triunfo parece inmodificable si la aparente opción nacional es el peronismo que hay. Pero son necesarias las respuestas a dos preguntas: ¿por cuánto ganará Milei? y ¿qué cantidad de argentinos irán a votar? La primera pregunta es significativa porque solo si ganara con el 42 por ciento de los votos nacionales alcanzaría la cifra mágica de entre 88 y 90 diputados nacionales propios. Propios es una manera de decir, porque aunque llegaran con la boleta de La Libertad Avanza, muchos candidatos del oficialismo vienen del menemismo, del kirchnerismo y del massismo. Nadie sabe cuál será la próxima estación de algunos de ellos. Pero son cruciales porque el Gobierno necesita 87 diputados nacionales para impedir que el Congreso insista con los proyectos vetados por Milei. Si el Congreso insiste con sus proyectos a pesar del veto presidencial, aquellos se convierten en leyes de obligatorio cumplimiento. A veces, el Congreso tiene razón con sus proyectos, pero otras veces imagina gastos que pueden quebrar una sensata política de superávit fiscal. Las próximas elecciones legislativas son, por eso, decisivas. Un notable ausentismo en esos comicios beneficiará a los dos grandes bloques cargados de seguidores y fanáticos, el mileísmo y el kirchnerismo, y dejará sin muchos votantes a los que tratan de encontrar una tercera vía en el medio de una extrema polarización. En esas correrías tercermundistas se metieron cinco gobernadores, entre ellos uno conocido, como el chubutense Ignacio Torres, y dos de provincias populosas, como el cordobés Martín Llaryora y el santafesino Maximiliano Pullaro. La nueva liga de gobernadores depende, por lo tanto, de la vocación de los argentinos por concurrir a votar ese domingo de octubre. Aunque lo beneficiara con el porcentaje de votos, el eventual ausentismo también le restará fuerza política a la probable victoria del oficialismo si, como sucedió en los comicios locales de la Capital y de Santa Fe, concurre a votar solo la mitad del electorado. La Capital y Santa Fe son dos de los cuatro distritos electorales más grandes del país (Buenos Aires y Córdoba son los otros dos). Nada indica, por ahora, que cambiará en octubre la indiferencia política de la gente común.
Según mediciones de Isonomía, cuando Milei llegó al gobierno la inflación preocupaba al 60 por ciento de los argentinos y ese problema era, junto con la inseguridad, una de las dos grandes inquietudes sociales. Ahora, la inflación preocupa solo al 12 por ciento de la sociedad. Nada. Conclusión: la importante caída de los índices inflacionarios es ya una conquista para los argentinos. No obstante, las sociedades nunca se conforman definitivamente. Comienza ahora la demanda por una mayor capacidad de consumo, por una mejor oferta de empleo y por salarios más altos. Cuidado: cuando las sociedades se cansan, se cansan de todo. Hasta de las malas palabras. Si Milei no se ocupa de estos temas, vivirá la paradoja de que el éxito de su política contra la inflación será la razón última de su traspié político. En los dos años que le restan del actual mandato, el Presidente deberá hacer también reformas importantes, como la laboral y la impositiva, además de la previsional. El presidente de la Unión Industrial, Martín Rapallini, aseguró que las importaciones son un problema para la industria nacional cuando la carga impositiva de la Argentina es del 52 por ciento, mientras en países vecinos es de solo el 30 por ciento. Rapallini aseguró además que la industria pierde entre 1000 y 1500 empleos por mes en los últimos tiempos. Mala noticia en tiempos de elecciones. La administración de Milei también deberá encontrar una manera de comprar reservas de dólares, que es la parte que incumplió con el Fondo. El organismo multilateral se lo hizo saber en el mismo documento en el que comunicó que le perdonaba el incumplimiento. Es razonable suponer que el famoso “no hay plata” sirvió para el momento inicial del gobierno del actual presidente, pero no puede ser un programa de gobierno. Es el caso de las indispensables obras públicas, que dejaron de existir, salvo las que hacen algunas provincias.
En esas enredadas condiciones comienzan a vencer los plazos electorales. El próximo jueves será el último día para inscribir alianzas para las elecciones nacionales de octubre. La hermanísima Karina Milei y dirigentes de Pro están negociando una alianza en la Capital, pero los militantes del macrismo son escépticos, aunque hasta habían aceptado colocarle a la alianza el nombre de Frente La Libertad Avanza, como lo hizo en Mendoza el gobernador radical Alfredo Cornejo. La Capital renueva tres senadores nacionales y doce bancas de diputados nacionales. Los delegados de Karina Milei le ofrecieron a Pro solo una banca de diputado nacional. Nada más. Decirles egoístas es poco. También exigieron que el jefe del gobierno de la Capital, Jorge Macri, no esté presente en ninguna foto de un eventual acuerdo. Mala señal; esa exigencia muestra que el jefe de la administración capitalina sobrelleva una importante crisis de popularidad. De todos modos, varios dirigentes nacionales de Pro dijeron que tales condiciones son inaceptables. Responden a Mauricio Macri, no a su primo Jorge. Podría haber acuerdo, pero solo si cambian las condiciones.
Pro se está preparando para sobrevivir más allá de las elecciones de octubre. La conducción de ese partido y Horacio Rodríguez Larreta iniciaron un proceso de aproximación y reconciliación, luego de la reciente división que dejó a Pro en la Capital, donde nació, con poco más del 16 por ciento de los votos, muy lejos de los libertarios y del peronismo kirchnerista. Si bien Mauricio Macri calla, es improbable que tales tratativas se hayan iniciado sin el consentimiento del líder partidario. La primera negociación consiste en que todos ellos encuentren una fórmula para que Rodríguez Larreta se disculpe ante su viejo partido por el cisma que provocó en mayo pasado, cuando sacó más del 8 por ciento de los votos capitalinos. Pro unido no hubiera ganado, pero habría cosechado casi el 25 por ciento de los votos, cerca del mileísmo y del peronismo. El propio Rodríguez Larreta necesita a Pro unido porque se propone volver a la jefatura del gobierno de la Capital en 2027. Ellos están diciendo algo más que lo que parece. Dicen que hay vida en la política con Milei o sin Milei.
(*) Esta columna de Opinión de Joaquín Morales Solá fue publicada originalmente en el diario La Nación.