Por Marciano Martínez (*)

En la memoria del pueblo argentino ha resurgido la figura del presidente Carlos Menen. Posiblemente, porque se vuelve a hablar de privatizar empresas del Estado. 

Agotada la cantera de la política tradicional para encontrar nuevos candidatos, Menen tuvo el acierto de convocar a hombres que eran populares y no eran políticos. Provenían de otras actividades como el deporte, la economía o la música. Eran queridos por el pueblo o por gran parte de él. Carlos Reutemann, corredor en la Formula 1, llegó a ser gobernador de Santa Fe y senador nacional; Daniel Scioli, deportista náutico y empresario, gobernador de Buenos Aires, vicepresidente, candidato a presidente, embajador en Brasil y hoy secretario de Turismo, Ambiente y Deporte de la Nación; y Ramón “Palito” Ortega, guitarrero y cantor, gobernador de Tucumán y senador nacional.

Sus actividades personales tenían ya el sello indeleble de la popularidad, calidad humana de muy pocos, como ocurrió con Gardel, Favaloro, Borges, Maradona y otros más.

Viene a cuento esta introducción porque allá en la década del 90, el gobernador de la provincia Jorge Pedro Busti, me invitó a hablar en Concordia en un acto político del Partido Justicialista. El orador principal iba a ser “Palito” Ortega, gobernador de Tucumán. Sorpresa total, algo impensado y acepté sin dudar. Era presidente del Comité Provincial del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), un aliado humilde del Justicialismo que no integró sus listas de candidatos ni tuvo puestos en el Gobierno. Solo éramos diestros ante el micrófono para explicar sobre la necesidad de la alianza de clases y sectores para hacer la revolución del Desarrollo. 

“Palito” Ortega llegó a Concordia en un birreactor y lo recibió en el aeropuerto muchísima gente y en una larga caravana fuimos al lugar del acto, que era en la esquina de un ancho boulevard. Los bombos de los muchachos, que siempre fueron ensordecedores, quedaron silenciados por el bullicio y el entusiasmo de varios miles de concordienses que vivaban a “Palito”.

Cuando desde el palco pude ver mejor a la muchedumbre que pedía que Ortega hablara y cantara, decidí limitar mi discurso a la alianza de clases y sectores. Solo así -dije- tendremos trabajo y una familia feliz con hijos fuertes y educados. Fue un discurso simple y breve, de solo unos minutos. Y los aplausos existieron porque así permití la rápida presencia del ídolo popular. Habló luego Busti e hizo referencia a cuestiones esenciales, la obra de su gobierno y el fervor popular que provocaba su invitado “Palito” Ortega. Cuando le tocó hablar al tucumano, el fervor se acrecentó. Los gritos y los aplausos crearon un bullicio nunca presenciado. No era el de un acto político. Era algo distinto. Los rostros de los concordienses expresaban satisfacción y orgullo por su ídolo. Un verdadero diálogo de amor. Y “Palito” habló como político y cantó algunas canciones como ídolo popular. Cuando escuchamos sus canciones hubo una exaltación emotiva en toda la multitud. Porque lo popular es multitud y humildad. Y muchas veces lágrimas.

Ocurrió hace más de 25 años. Ahora, a mis 90, me pregunto por qué Busti me invitó. Se lo tendría que haber preguntado en ese entonces. Hoy es un lindo recuerdo que justifica mis años en los andariveles de la política.

(*) Abogado penalista de Paraná. Referente del desarrollismo en Entre Ríos. Este texto fue publicado en su Facebook personal.